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El Pelícano Naranja

Se discute sobre lo que las cosas son.

No se puede negar la realidad, no se puede legislar contra ella.
No tendría sentido que el gobierno prohibiera las uniones de gays y lesbianas, y dado que son una realidad puede tener sentido que exista una regulación legal de los aspectos civiles de esta realidad social. Se han acabado los tiempos de la represión, me alegro.

Cuando una buena parte de la sociedad se opone a que las uniones de gays y lesbianas de equiparen e incluso se denominen matrimonio, en mi opinión no se está necesariamente en contra de las uniones de homosexuales, se está defendiendo el llamar a las cosas por su nombre, se está discutiendo no sobre derecho sino sobre lo que las cosas son y no son. De lo que no es no se deriva derecho.

Admitamos que de una unión civil de dos personas del mismo sexo se derivan derechos civiles. Denle en determinadas circunstancias una pensión por fallecimiento de su pareja, incluso si quieren denle una pensión del 150% ó del 200% del equivalente a la pensión de viudedad de un matrimonio, llamémoslo la deuda histórica si quieren. Nadie se va a quejar. Porque estamos hablando de otra cosa, de matrimonio, y se pongan como se pongan un matrimonio está compuesto por un hombre y una mujer, de donde se deriva la potencialidad de generar nuevas vidas humanas, sujetos de derecho. Esta potencialidad es inexistente por naturaleza, y no por deficiencia, en uniones de personas del mismo sexo. Una unión de dos personas del mismo sexo es incapaz de generar vida humana. Es física y metafísicamente imposible e insuperable. Hay matrimonios que no pueden tener niños, pero esa imposibilidad es una circunstancia, en ocasiones superable, y cuando se da no se deriva de su condición de ser hombre y mujer.

Por mucho que quieran es imposible poner una unión homosexual en nivel de igualdad con un matrimonio. Lo que sí es perfectamente posible es que acaben dejando al matrimonio y a la familia al mismo nivel que las uniones homosexuales. Y parece que es hacia donde vamos,

Es lícito discutir y polemizar sobre esto, sobre lo que las cosas son y no son, manifestarse y oponerse con todas nuestras fuerzas a que equiparen jurídicamente el matrimonio a una unión de homosexuales, porque el matrimonio, como marco donde se puede generar vida humana debe gozar de una especial protección jurídica, y el Estado debe proteger siempre los derechos de los más vulnerables: los niños.

El Pelícano

NOesigual.org

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